domingo, 21 de noviembre de 2010

Mensajero

 Por: Juan Abel Angélico
De pronto a la madrugada me despierta una voz, con un tono que dejaba adivinar, algo de miedo o timidez., seguramente por que en algunas casas no eran bien recibidos a esas horas. -mensajerooo!!, escucho que se levanta mi padre a firmar el telegrama de servicio. Era el mensajero del ferrocarril que le traía el aviso que debía presentarse para salir a trabajar.
Siento que se levantaba mi madre, a prepararle algo de comer para las largas horas de viaje que seguramente debía emprender. Sentía ese aroma a milanesas las que antes se hacían en nuestras casas y ahora se compran echas, y luego las picaba en trozos pequeños por que seguramente para papá era mas fácil comerlas de esta forma mientras conducía el tren. Luego le alistaba la bolsa de cuero, donde llevaba una pequeña vianda con las milanesas y algunas rodajas de pan, también un pequeño recipiente de aluminio con tapa con la yerba para el mate y una libreta para anotar lo referente al viaje para hacer el informe en su destino.
Mientras tanto el prepara su valija de cuero, las que ahora no se consiguen mas, ponía sus ropas siempre impecables, su equipo de afeitarse del cual todavía recuerdo el perfume de su loción.
Por ultimo se despedía de nosotros con un beso, y se iba siempre, contento rumbo a la estación a la que acostumbraba llegar mucho rato antes de la hora debida.
Luego de algunos días, regresaba,
- que nos trajiste? le decíamos después de darle un beso, y sacaba de su bolsa de cuero negra una bolsita de papel madera con las tan esperadas golosinas, siempre nos traía alfajores, caramelos, chocolatines o galletitas. Costumbre que siempre tubo hasta cuando yo adulto ya, volvía de visitas a la casa de mis padres.
Recuerdo también, cuando le venían a visitar sus primos también maquinistas del ferrocarril, de Concordia Entre Ríos, a los que nosotros llamábamos “Tío Vicente” y “Tío Cotogno” los dos muy queridos por nosotros, y esas interminables charlas sobre el ferrocarril que mantenían con mi padre.
Uno de las cosas que siempre tengo presente era cuando tenia que ir a trabajar en medio de una tormenta, caminando varias cuadras.
-Pobre, te vas a mojar mira como llueve-, le decía mama.
– Pobre seria si no tuviese trabajo-. Respondía el
Me crié en Monte Caseros, fue un pueblo ferroviario, era habitual escuchar el silbato de las locomotoras, o cuando el viento lo permitía, sentir el olor de las locomotoras a vapor. Era habitual ver en las calles el trajinar apurado de guardas y maquinistas que con su equipaje y uniformes se iban o volvían de su trabajo, también los operarios de los talleres y los empleados de las oficinas que eran cientos.
Lamentablemente todo eso se perdió, muchas familias quedaron en la calle, después de las privatizaciones.
Con este humilde trabajo pretendo recordar a todos los empleados del ferrocarril de mi pueblo los que quedaron sin trabajo y en especial a mi viejo a quien, cuando regreso a Monte Caseros, espero verlo todavía llegar a mi casa con su bolsa de cuero, su valija trayendo en cada viaje su equipaje de ejemplo y cariño que nos dejo a sus hijos.

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